A la madre tierra

Dime tú, amada diosa,
qué hacer para detener este ataque incesante
a los principios sagrados
sobre los que se sustenta la vida.
¿No eres tú la guardiana de la Tierra ahora masacrada,
la protectora del Aire que ahora respira contaminado,
la que custodia, vigilante, la salud del Agua?
¿Dónde estás cuando el veneno
avanza sobre la piel de las espaldas desnudas?
No oigo tu voz por encima
del ruido de los motores.
¿No tienes, acaso, encomendada
la defensa del sueño de los humanos?
¿Qué armas empuñas cuando mueren
los hijos de las otras diosas,
las de los ojos hundidos en sus cuencas suplicantes?
Te pregunto a ti, a tu mirada profunda,
desde mi boca sedienta,
desde las laringes desgarradas
de los que llaman en tu nombre
a una puerta abierta a la nada.